La Espera

Su día empieza cuando él se marcha y discurre la mayor parte del tiempo entre cuatro paredes. A veces para paliar el aburrimiento mira a través de su ventana, no es mucho lo que ve, un parqueadero de arcilla, un par de techos y más allá las montañas. Él le ha contado que en invierno están cubiertas de nieve. Ella sólo conoce la nieve porque la ha visto en películas o documentales y ansía que llegue el día en que él la lleve allá y pueda tocarla, olerla, sentirla en su piel y hacer pelotas con ella para tirárselas en medio de risas, a ella le gusta mucho reír, pero hace tiempo que no ríe, no como lo hacía antes... 

Cambia de ventana y por la otra ve personas que esperan el bus, no sabe a dónde van, pero se imagina que a trabajar, mas que todo porque está acostumbrada a ver que sólo los obreros hacen uso del bus urbano. Pero allí también hacen su parada los buses turísticos, observa con avidez cada uno de los rostros que asoman por la puerta para apearse, todos los días espera que su fantasía descienda de uno de ellos pero está convencida que le pasará como a Penélope, nunca llegará, y si por milagro lo hiciera, ella no le reconocería... 

Se retira de la ventana y prosigue con sus quehaceres domésticos viendo pasar las horas en el reloj, hasta que bien entrada la noche siente la puerta abrirse y le da un vuelco el corazón, corre presurosa a sus brazos, lo llena de besos y le dice que lo ama, que lo esperaba impaciente.

Él la mira con gesto desganado y le responde... Estoy cansado. ¿Qué hay para cenar?